Blogia
el ritmo que nos mueve

El puente

No estaba solo en el puente. De los dos, yo era el que miraba hacia abajo y no alcanzaba ver el suelo por el gran vacío y por la oscuridad que se posaba debajo de nosotros. Confieso que tenía miedo; estar ahí no era cosa fácil.

En mi lado izquierdo escuchaba una voz exaltada, imperativa y grosera; en el otro extremo la voz que oía era lo contrario. Quería irme de ese lugar, terminar con todo y salir corriendo. Entonces cubrí mi oído derecho y con el poder de mi mano izquierda lo arrojé.

0 comentarios